Sobre Libia y Japón

Hace un rato me enteré que la ONU ha aprobado la intervención militar para “ayudar” a los “rebeldes” que se oponen al “régimen” de Libia y evitar que la revolución sea aplastada. Nótense todas las comillas en ciertas palabras de la frase anterior.

Como es habitual, una vez que una noticia pierde fuelle (el terremoto, tsunami y la crisis nuclear en Japón), hay que pasar rápidamente a algo que acapare nuevamente las mentes de los / las idiotas que todavía creen en los medios de comunicación (léase programas de noticias, análisis, periódicos, radio, etc.) para que no aparten la mirada de lo que ocurre a miles de kilómetros de distancia y vean su propia realidad como algo ajeno y lejano (tremenda ironía, no creen?)

Sin embargo, la mayoría de la gente piensa que la realidad es lo que ve por la televisión o lo que lee en los periódicos. Y mientras en Libia hay una revolución que no se sabe muy bien quien causó ni para que fines (ya que no hay que olvidar que Gadafi es “amigo” de Europa y Estados Unidos desde hace años), en nuestra propia ciudad y país cada vez hay más gente que no llega a fin de mes, los combustibles cada vez más caros (alguien ve alguna relación?) y sobre todo, la venta de armas y equipamiento militar pasa por su mejor momento cuando hay conflictos de difícil solución, como este en particular.

Recuerden cómo funcionan ciertas naciones del mundo árabe: hay infinidad de clanes que no obedecen a ninguna autoridad central, y que funcionan de manera autónoma y bastante impredecible. Para la muestra, un botón: Afganistan, que se ha convertido en un enorme dolor de cabeza al no encontrar una “fuerza” a quien apoyar para estabilizar o “pacificar” el país. En Libia, el dirigente Gadafi ha invertido más de 40 años tratando de aglutinar el poder en torno suyo, sin resultado. ¿Alguien sabe lo que puede pasar si se apoya al “señor de la guerra” equivocado? Creo que no, y por eso hay tanto “entusiasmo” hacia la intervención armada para apoyar a los “luchadores por la libertad del pueblo libio”.

Lo cierto es que este tipo de hechos sólo benefician a unos pocos, y como dice un amigo, se individualizan las ganancias y se socializan las pérdidas. Más de lo mismo, y mientras tanto, seguimos pensando que aquí no pasa nada de nada…

Tokyo (no) vive una catástrofe

Y para continuar con la “contra-corriente” a los medios de desinformación masiva, un video de Marc Bernabé, traductor catalán de japonés, que se encontraba en Tokyo hasta hace muy pocos días, sobre la “anormalidad” que se vive en la capital nipona a consecuencia del terremoto y posterior tsunami. Pero claro, este tipo de cosas no llega a las portadas de los diarios ni de la televisión porque “no vende”…

Cosas que me llaman la atención del terremoto de Japón

Esto no pretende ser un intento barato de atraer la atención aprovechándome de la revolución mediática que ha desatado la tragedia en el norte de Japón, más bien quiero que sea una reflexión rápida sobre esas cosas de las que tal vez no nos damos cuenta por seguir la corriente la mayoría de las veces:

1. La mayoría de los medios hablan de “Catástrofe en todo Japón” cuando en realidad sólo 3 prefecturas han sido afectadas de manera significativa.

2. De repente hay expertos en reactores nucleares en todo el mundo, opinando sobre lo que pasa en las centrales afectadas con una propiedad digna de un premio Nobel (con perdón para los que si lo son de verdad).

3. Lo cierto es que, aparte de la gente que está trabajando para contener los efectos del terremoto y el tsunami en la central de Fukushima, nadie sabe a ciencia cierta lo que está pasando. Todas las opiniones vertidas son especulaciones o basadas en rumores o noticias incompletas.

4. La información que llega de “desabastecimiento generalizado”, “histeria colectiva”, “falta de gasolina”, “apagones frecuentes” y “alarma general” es cierta únicamente en la zona de Tôhoku, que es la más cercana al epicentro. En Tokyo, Kyoto o el sur de Japón, la situación es de normalidad absoluta, sin que esto signifique que la gente no esté asustada o preocupada por lo que ha ocurrido / está ocurriendo.

5. Los japoneses están respondiendo con todo su civismo y organización al desastre: no hay saqueos, ni robos ni violencia en las calles. Lo que si hay es muchas colas y tranquilidad (aunque no completa) en otras zonas, además de medidas para disminuir el consumo eléctrico y de combustibles.

6. Los medios usan cada vez titulares mas espeluznantes para atraer a más lectores y/o televidentes. Por supuesto, teniendo en cuenta los apartados 3 y 4 mencionados anteriormente, lo que pueda haber de cierto en estas afirmaciones escalofriantes es más bien poco (tirando a nada). Una de las cosas que sí se saben es que las comunicaciones con la zona más afectada por el seísmo y el posterior tsunami, están cortadas o en muy mal estado.

7. Hay muy pocas fuentes imparciales de información sobre la situación en la planta de Fukushima dignas de ser consultadas. Una de ellas es esta y otra esta, que informan  basándose en datos obtenidos de las fuentes más cercanas disponibles y en la opinión de personal con experiencia y verdadero conocimiento, aunque, como he dicho antes, también hay que tomárselas con un granito de sal…

8. Teniendo en cuenta que la reputación de Tepco, la empresa que gestiona los reactores está en juego, tampoco hay que fiarse mucho de las supuestas “fuentes oficiales”.

9. El aprovechar una situación tan excepcional como la que ocurrió el pasado viernes en el norte de Japón para decidir de un plumazo que las centrales nucleares son absolutamente desaconsejables y deben ser desmanteladas, es tan irresponsable y oportunista como decir que cada vez que hay un accidente aéreo, deberían prohibirse los aviones como medio de transporte. (Y que conste que no soy pro o anti-nuclear).

10. Y por último, si bien es cierto que el querer estar enterados de lo que ocurre al minuto es un mal endémico de esta sociedad infoxicada en la que vivimos, lo mejor (si se quiere) es informarse de primera mano utilizando medios alternativos como las redes sociales (Facebook y/o Twitter por ejemplo), escritos y/o actualizados por personas que estén allí y que no tengan ningún interés en fomentar el alarmismo o el catastrofismo al que nos tienen acostumbrados los medios de “desinformación” masiva.

Cuando será ese cuando

Usando una frase muy común en mi tierra, me gustaría reflexionar sobre todas esas grandes posibilidades que existen para que nuestra realidad actual, esa que está tan mal, enferma, podrida, contaminada, corrupta, que es injusta, que hace que quienes tienen mucho tengan cada vez más, y que los que no tienen nada se hundan más profundamente en la miseria. Esa realidad que a todos nos parece terrible, que vemos en la televisión, internet, periódicos y revistas, o que escuchamos por la calle cuando oímos a personas que no tienen empleo, que deben hasta la camisa, que no tienen con qué comer, etc., etc., etc.

Cuando navego por mis sitios habituales en Internet, veo siempre las mismas cosas: que la realidad está a punto de cambiar, que estamos en el comienzo de una nueva era, que la iluminación recaerá sobre aquellos que miren hacia adentro y dejen de estar pendientes de las cosas materiales, que el dinero dejará de tener valor, que la gente se revelará contra los gobernantes corruptos y los bancos, esos “instrumentos de manipulación social”, que el planeta por fin se levantará contra nosotros, que lo hemos agredido durante milenios, para vengarse de nuestros atropellos y que al final, quienes sobrevivan a tanta catástrofe, podrán vivir en paz, armonía, dedicándose al crecimiento interior, dejando atrás el consumismo, el materialismo, la violencia y las envidias.

Sin embargo, lo que veo cuando salgo al mundo real es bastante diferente: cada vez más gente sin trabajo, caras largas y desesperadas, más robos de comida, más gente escarbando en la basura para ver que pueden comer, menos clientes en las empresas, menos negocios, más gente buscando subsidios o ayudas para poder llegar a fin de mes, más mentiras de los medios sobre la “recuperación de la economía”, personas que pasan su tiempo preocupadas pensando cómo reducir o eliminar gastos…

Entonces, si ese famoso cambio está por ocurrir, cuando será? Cuando la mayoría de gente haya muerto de hambre o frío? Cuando ya nadie tenga dinero ni para comer o pagar una vivienda? Es difícil pensar en la auto-realización cuando las tripas crujen de hambre o los miembros están agarrotados por el frío, además de pensar que tu familia no tiene qué comer, me parece a mi.

Lo más curioso es que miramos con atención y solidaridad las revueltas de los países árabes, donde miles salen a la calle a poner en riesgo sus vidas para conseguir cambiar la realidad en la que viven, y no hablo de huelgas inútiles ni manifestaciones estúpidas: hablo de empuñar un cuchillo, azada, machete o lo que se tenga a mano para enfrentarse a ejércitos poderosos armados hasta los dientes con el dinero de los petrodólares… Nos divertimos mirando cómo se matan entre ellos mientras que donde vivimos siguen pasando cosas absurdas como que los bancos cada vez ganan más, cada vez más gente se queda sin empleo y literalmente en la calle y con una deuda enorme así hayan devuelto el inmueble donde vivían, que los alimentos en los supermercados son cada vez más caros y que son reemplazados cada vez más por sucedáneos de dudosa procedencia y calidad para simular que “se mantienen los precios”…

Los samurais decían que cuando uno entra en combate o en una lucha, debe abandonar toda esperanza de sobrevivir para salir con vida. Aquel que se aferra a la esperanza de vivir, con toda seguridad será derrotado y morirá. En otras palabras, cuando ya no se tiene nada que perder, es posible rebelarse y cambiar la realidad. Sin embargo, ante la ilusión de que “aquí no pasa nada” y “como a mí no me ha tocado”, seguimos esperando a que todo siga igual o a que otros hagan el trabajo sucio por nosotros.

Esta actitud simplemente prolonga la agonía: el sistema, lo sabemos todos, no es sostenible, por una sencilla razón: el ciclo económico se basa en que el productor produce para que el consumidor compre y así sostenga al productor. Si el consumidor no compra, el productor quiebra y la cadena se rompe. Además, hay un número mínimo de compradores o consumidores que hacen que el sistema se sostenga. Si ese número no se alcanza, la cadena se detiene. Por otra parte, el productor necesita recursos para producir: si estos recursos se agotan o encarecen, el productor no puede seguir produciendo con rentabilidad.

Resultado: colapso del sistema. Las contínuas subidas de precios en los insumos básicos harán, en el corto plazo, que nadie pueda comer con el dinero que gana y lo que es peor, nuestra economía dependiente del petróleo se percatará que de aquí a 5 años, las reservas comenzarán a disminuir de manera alarmante, con la consecuente subida de los precios. Si alguien cree que hay petróleo para 50 años más, es igual que creer que la crisis tendrá solución y que todos seremos felices cuando venga Papá Noel: simplemente no va a ocurrir. Durante cuanto tiempo más vamos a dejar que nos sigan engañando?

Lo que me inquieta y preocupa, tal vez sea por la inmediatez aprendida del consumismo desenfrenado, es que esa nueva “época” no acaba de llegar: pero se siguen vendiendo iPhones, iPads, viajes, casas de lujo y ropa de marca en cantidades desorbitantes, y lo que más nos llama la atención es cuales películas ganaron en los Oscars o que John Galliano dijo que el nazismo le parecía bien. Cuando será ese cuando? (Una pista: depende de todos y cada uno de nosotros…)