7 dias sin pantallas

A partir de mañana comenzaré un nuevo experimento del proyecto que expliqué a principio de año. Voy a reducir a cero mi contacto con las pantallas durante 7 días. Esto incluye ordenador, televisión, consolas de juegos y aplicaciones o acceso a internet a través del teléfono móvil (exceptuando el hacer o recibir llamadas). Evidentemente, tampoco accederé al correo, chat ni ningún servicio online, sea fuera o dentro de mi casa. Mi objetivo es observar si mi grado de ansiedad aumenta o disminuye al eliminar estos estímulos, dedicando todo ese tiempo a actividades alternativas como la lectura, el ejercicio físico, el descanso o lo que es propio del mantenimiento de una casa (limpiar, cocinar, etc.), así como si mi nivel de energía vital sufre algún cambio, para mejor o peor.

Podré escuchar música en mi iPod, (pero no veré vídeos ni películas en él) CDs, o radio. Tendré cuidado de no exponerme a noticias, sean visuales, en audio o escritas, tal y como vengo haciendo desde comienzos de este mes.

Tal vez algunos lo habrán notado, pero para los que no, esta página ha sufrido cambios importantes dentro del proceso del que hablé antes. Por ello, he reducido el contenido a lo mínimo necesario. Como parte de este ejercicio, he eliminado la posibilidad de dejar o leer los comentarios. Sin embargo, nada de lo hasta ahora escrito ha sido borrado, porque muchas de las opiniones aquí plasmadas por quienes se toman el tiempo para leer lo que escribo son importantes y enriquecedoras. Para aquellos que de todas formas quieran contactar conmigo, pueden hacerlo usando la dirección webmaster arroba elpuntofijo punto com.

Obama y la (des)esperanza

Hace un rato que terminé de ver la ceremonia y posteriores actos de la investidura de Barack Obama como presidente de los EEUU, y no quería irme a dormir sin antes plasmar mis impresiones, no tanto sobre el hecho en sí, sino más bien sobre mis propios sentimientos hacia lo que ocurrió hoy.

Por todas partes se habla de que su investidura es un acontecimiento histórico, una victoria de los derechos civiles, el primer presidente afroamericano en una nación con profundas heridas racistas y de segregación. Y a pesar de su discurso sobrio, centrado y realista, hoy no sentí nada especial. Simplemente observé con algo de curiosidad y mucho, mucho miedo la ceremonia. Temía que le pasara algo, que alguien le hiciera daño, que los sueños de millones de personas se vieran destrozados en un momento, como ha venido pasando una y otra vez en la historia reciente. Vinieron a mi cabeza las imágenes de otro líder que cayó abatido hace casi 20 años por las balas del narcotráfico, la corrupción y la intolerancia cuando su victoria era más que previsible.

Me asusté. El ver esa reacción anodina y gris, de sobra contrastada por los gritos y las expresiones de felicidad y esperanza de quienes presenciaron el acontecimiento en el gigantesco Mall de Washington, me sobresaltó. Tal vez ya no creo en que alguien o algo sea capaz de cambiar el rumbo que llevamos, tal vez siento que hemos alcanzado un punto de no retorno, que las consecuencias son irreversibles, que la buena voluntad no basta, que los mediocres y tontos han ganado la partida, que el miedo nos tiene atenazados y que, como decía Dante, debamos abandonar toda esperanza…

Me aterroriza haber perdido la fe, el haber renunciado a creer que el cambio es posible, pero creo que no soy el único, y esto no es una excusa. La sociopatía se convierte en ocasiones en un refugio cálido y seguro ante las continuas agresiones a las que el mundo somete a sus habitantes, o mejor dicho, a las que la sociedad que hemos creado y que nos ha sobrepasado, nos obliga a vivir y muchas veces, a aceptar o tolerar sin más opciones.

Sin embargo, hoy recordé, una vez más, que el trabajo duro casi siempre tiene recompensa, que el entregarse a una causa justa es gratificante, aunque los resultados demuestren lo contrario a la vista de muchos. Lo importante es hacer algo en lo que uno crea, y caminar en esa dirección. De esta manera las adversidades y los críticos que aparezcan no serán más que acicates para seguir adelante.

Viene una etapa de cambios importantes, donde muchos paradigmas van a desaparecer para darle paso a unos nuevos que posiblemente nos atemoricen, porque nunca los hemos vivido. Muchos sufrirán, otros no verán esta nueva etapa, y otros más se adaptarán y triunfarán en la nueva realidad. Lo único que espero es que sea más justa, equitativa, pausada, reflexiva y sobre todo, diferente a la que tenemos hoy. Como dice mi amigo Jaime: “Nos la merecemos”. Ya es hora.

Por último, al presidente Obama le deseo salud, buen criterio, voluntad de trabajo y pulso firme ante las decisiones dificiles e impopulares, que estoy seguro serán muchas durante su gobierno.

El pasado es impredecible

Los que me conocen sabrán que desde hace tiempo tengo interés en el budismo, y he estado leyendo sobre las diferentes ramas de esta filosofía de vida para ilustrarme y saber un poco más. Después de pensar que el budismo tibetano era lo que más se ajustaba a mi forma de pensar (o viceversa), comencé a investigar sobre el zen, concretamente la escuela Soto de Japón. El sábado pasado tuve la oportunidad de asistir a una sesión introductoria al zazen, o meditación sentada, propia de esta rama.

La experiencia fue muy interesante porque pude eliminar algunos tópicos que tenía en mi cabeza sobre el tema, y sobre todo, porque la mayoría de las prácticas y consejos que he recibido han venido a través de libros, páginas web, audiolibros, pero nunca de una persona en vivo y en directo, y constaté la importancia de un(a) guía para adentrarnos en estos caminos.

Debo confesar que al principio me parecía un poco tonto ir a un lugar a estar sentado en silencio con más personas, y encima tener que pagar por ello, pero gracias a Antonio y a algunos de los asistentes, pude aprender el verdadero sentido de estas sesiones y conocer de primera mano cómo se puede practicar el zazen, además de entender la importancia del guía o de una mano amiga que nos indique los primeros pasos.

El local era pequeño, pero perfectamente adecuado para lo que allí se hace. El ritual es sencillo y la enseñanza que imparte quien dirige la sesión, de alguna manera, no sé si por el estado de relajación que predomina, cala más hondo en el consciente y el inconsciente. Al final, como no podía ser de otra manera por estas tierras (!), terminamos departiendo en un bar cercano, comentando los pormenores de la sesión y compartiendo experiencias.

Me gustó lo que sentí, a pesar de la incomodidad inicial y de mi poca resistencia para llegar al final de la segunda sesión de meditación (para los que no saben, una sesión de zazén se compone de 5 partes: preparación, zazén, kinhin o meditación caminando, preparación y nuevamente zazén. Durante estos períodos, la mente pasa por muchos estadios diferentes, que no había observado con atención antes.

Esta práctica consiste en encontrarse con uno mismo, simple y llanamente, sin adornos ni ceremonias excesivas. Para algunos, puede ser un volver a casa, para otros, una horrible sensación de indefensión. No hay nada que aprender, ni nada que enseñar. Simplemente se está allí dejando pasar cuanto ocurre en nuestra mente, lo cual es extremadamente complicado a veces… Para terminar, el título de este post lo escuché durante la charla posterior a la sesión y debo decir que todavía estoy reflexionando sobre sus implicaciones. Va mucho más allá de lo que nuestro lado racional quiera explicar, pero como dice una definición: “Zazén significa practicar lo que no puede ser explicado”.

Simplificar

Este año he decidido poner en marcha (por fin) un proyecto que tenía pensado (y archivado) hacía ya bastante tiempo. He decidido darle una vuelta a todo mi entorno, tanto interno como externo, y simplificar mi vida para solamente centrarme en lo importante. Parto de la premisa de haber reconocido estar inmerso en un mundo auto-creado de distracción constante, y retroalimentado constantemente por el temor de explorar terrenos desconocidos. Es una consecuencia directa de la racionalidad extrema que nos caracteriza en estos tiempos. Nos aferramos a lo conocido, porque creemos que es lo único que existe.

Durante este año escribiré regularmente mis progresos, aunque no continuamente. Todo ello depende de cómo se desarrolle el proyecto. He establecido algunas condiciones básicas para comenzar:

1. Limitaré por completo las compras, exceptuando aquellas cosas que sean imprescindibles o completamente necesarias. Esto traducido significa que no habrá compras por impulso, tanto online como offline. Por cosas imprescindibles o necesarias entiendo aquellos artículos necesarios para garantizar la supervivencia, como comida, vestido (sólo cuando alguna prenda ya no pueda ser usada por deterioro o daño irreparable) y calzado.

2. Controlaré el tiempo que paso online. Me he dado cuenta que paso muchas horas frente a la pantalla sin hacer mayor cosa, navegando sin rumbo o sin un propósito definido. A partir de ahora me conectaré únicamente para escribir en mis blogs, ver el correo, buscar información específica o comunicarme con amigos o familia, siempre concertando de antemano una cita. (Es decir, se acaba el estar conectado todo el día a ver si aparece alguien…)

3. He cancelado mis suscripciones a newsletters y feeds de noticias, además de dejar mi bandeja de entrada a cero. Descubrí que estaba recibiendo y archivando correo que nunca leía, por aquello de “lo haré después, cuando tenga tiempo”, cosa que como todos sabemos, nunca ocurre. Mi idea es ponerme al día con lo que tengo  luego consideraré la posibilidad de seguir recibiendo más información.

4. Ejercicio mínimo 30 minutos al día. Creo que esto se explica por si sólo. Me concentraré en Yoga, caminar o pasear y andar en bicicleta.

5. Terminar (o continuar) lo inconcluso. Tengo un disco que comencé a grabar hace ya casi 5 años que quiero terminar. Lo mismo con un curso de portugués y otro de japonés. También hay dos certificaciones técnicas que comencé a preparar y no he finalizado. No más objetivos en la lista hasta terminar los anteriores, aparte del plan de vida que estamos diseñando con Sol. (Más sobre eso en otro post).

6. Más lectura y actividades offline: He ido acumulando libros sin leer por estar mucho tiempo en el punto 2. Por otra parte, hemos descubierto lo mucho que nos gustan y estimulan los juegos de mesa, esos que no necesitan actualizaciones, parches o esperar a que se recarguen las pilas del mando para jugarlos… Las cometas también recuperarán su lugar (dentro del punto 4 por ejemplo).

5. Meditación y tiempo para mi mismo: Esto es algo que siempre dejo para más tarde, aunque últimamente lo hago más a menudo. No hay necesidad de retirarse a ningún lugar apartado para estar cinco minutos (o más) aquí y ahora.

6. Televisión al mínimo: Como ya he contado antes, no me gusta la televisión y he perdido paulatinamente el interés por las series que solía ver. Como a Sol si le gusta, podemos compatibilizar para ver algún capítulo suelto o un rato al día, que no supere nunca la hora de duración.

7. Al menos una actividad en pareja al día: Pueden ser juegos de mesa, caminar, cocinar, etc.

Por último, esto no pretende ser un método universal apto para todos. De una cosa que me he dado cuenta es que estas mal llamadas “guías milagrosas” no existen. Hay que ponerse en el trabajo de estudiarnos y ver cómo podemos mejorar de acuerdo a nuestros propios impulsos y necesidades. Lamento decepcionarlos / as, pero lo que cuente aquí está diseñado sólo para mi. Si a alguien le ayuda a salir adelante, me encantará saberlo!

Evidentemente, todo se irá ajustando sobre la marcha, porque la experiencia me ha enseñado que los planes casi nunca salen como nos los imaginamos…