Callejeando por Bogotá (I)

Tal como prometí, hoy comienzo a contar algunas de las aventuras vividas en mi último viaje a Bogotá. Esto no pretende ser una guía turística ni mucho menos, sino más bien una recopilación de las experiencias y sensaciones vividas durante los días que pasé allí en mayo. Si bien es cierto que es mi ciudad, el hecho de estar viviendo en otro país hace ya unos cuantos años, ha hecho que aprenda a ver lo que antes era cotidiano con otros ojos, tal vez un poco más abiertos al detalle y dejándome sorprender por todo lo que veo y escucho, sin ignorarlo como solemos hacer con aquello que nos resulta conocido.

Lo primero que se me viene a la cabeza es que la ciudad ha cambiado enormemente en los últimos 5 años. Hay muchas vías nuevas, y puedo decir, aún a riesgo de desatar la ira de unos pocos, que se ha “humanizado” en gran medida, a pesar de las medidas en contra de esta tendencia del último alcalde, con más espacios peatonales, muchas zonas verdes, parques y bulevares para pasear y disfrutar a otro ritmo. Otra cosa interesante que noté fue el cambio de actitud de la gente. En mis anteriores viajes, las caras estaban fruncidas y el gesto era de agresividad total. Ahora la gente se ha relajado y me atrevería a decir que son un poco más felices. Esto no significa que los problemas de fondo hayan desaparecido, pero la sensación general es que “hay país” y que ya no se va más a la deriva. La gente sigue “buscándose la vida” como pueden, y cada vez son o más creativos o más arriesgados (y no me refiero a aquello que algunos malpensados tendrán en la cabeza…), sino a lo que pueden ver en el siguiente video

https://www.youtube.com/watch?v=Uymiry-d9Dw

Por otra parte, el clima también ha cambiado. Atrás quedaron los tiempos en que el nombre de la ciudad era sinónimo de frío, lluvia y niebla, al mejor estilo del Londres de principios del siglo XX. Incluso los habitantes de la costa norte colombiana la llamaban “La Nevera”, con justa razón. Las temperaturas siguen oscilando entre lo muy frio (0 y -2 grados) en la madrugada y ahora hasta algunos calores “extremos” en la temporada seca (de noviembre a abril), que rondan los 23 grados al medio día. Para los que esto les parezca normal, permítanme recordarles que Bogotá se encuentra a 2.600 metros sobre el nivel del mar, o más cerca de las estrellas, como reza el lema turístico de la ciudad.

Hablando de turismo, me sorprendió gratamente ver que la capital se ha convertido en un destino turístico importante para los países caribeños y de Centro América, cosa impensable hace unos años, en medio de la tempestad causada por el narcotráfico y el conflicto armado. Es fácil encontrarse por la calle con dominicanos (como me ocurrió), peruanos, venezolanos (aunque esto merece otra nota aparte), y costarricences, que hablan maravillas del país y en especial de Bogotá.

Para propios y extraños, la oferta de compras (hay un montón de centros comerciales nuevos, incluso dos y tres en el radio de unas pocas calles a la redonda…), cultural y de ocio (visiten la Zona G, la Zona T o los bares de la Avenida 19) ha crecido y mejorado en calidad de manera espectacular. Un sitio que me llamó particularmente la atención fue un bar llamado Full 80s, al norte de la ciudad, donde todo gira en torno a esa década dorada. Me emocioné al ver y escuchar los créditos de apertura de más de una de mis series favoritas que caracterizaron la niñez y adolescencia de nuestra “querida” generación de la guayaba. Un sitio agradable para compartir con amigos y tomarse una cerveza o algo más.

Para los que se aventuren por el centro, no dejen de visitar La Candelaria, otro lugar que ha sido recuperado para el deleite tanto de los rolos de pura cepa como de los visitantes, y busquen al “mejor guía 5 estrellas de Bogotá” en la Plaza de Bolívar, para que les cuente de primera mano la historia de este emblemático lugar.

De curso

Hoy y mañana estaré en un curso del cual hablaré más adelante. Sin embargo, esta noche actualizaré y ahora si (!) comenzaré a contar las aventuras de mi último viaje. Espero que les gusten. Me voy corriendo!

Vasectomía

Tal y como comenté hace unos días, el próximo viernes cumpliré 3 semanas de haberme practicado la vasectomía. Hoy quiero hablar no de la intervención como tal, sobre la cual hay mucha y variada información en la red, sino de mi propia experiencia, que creo que puede servirle al que tenga curiosidad o se anime a hacerse la operación.

Antes que nada, aclarar que esta decisión fue el fruto de muchos años de reflexión sobre el tema, porque a pesar de la posibilidad de que sea reversible, en la mayoría de los casos es un paso definitivo. Por mi cabeza se cruzaron diversos pensamientos, muchos de ellos relacionados con la religión (!), sobre la inconveniencia moral de hacer algo como esto, o del hecho de explotar ese instinto normal en todos los seres humanos de tener descendencia como “método disuasorio”. Mi padre por ejemplo, se oponía firmemente a este tipo de cosas, argumentando que yo todavía no estaba preparado para tomar una decisión de este tipo. Lo que nunca me dijo era cuando lo iba a estar, según él…

Consideraciones éticas, morales y paternales aparte, una vez que me decidí, quise ponerme en manos de un médico conocido, para lo cual acudí a un muy buen amigo (gracias otra vez Carlos!) que ya había vivido la experiencia y que me había hablado muy bien de la médica que la había llevado a cabo. Así pues, hablé con la doctora Torres, quien desde el primer momento me dio mucha confianza y sobre todo, no trató nunca de cuestionar mi determinación o de disuadirme, lo que me hizo sentir todavía más cómodo. Una pregunta que se me hizo un tanto curiosa fue cuando quiso saber si era nervioso o no, ya que normalmente la intervención se hace con anestesia local, estando el paciente despierto durante la misma, pero hay personas que por una razón u otra, prefieren anestesia general, y de ahí la cuestión…

En el lugar donde me operaron son especialistas en este tipo de temas. Después del reconocimiento general, me hicieron pasar donde un sicólogo que me explicó en que consistía la cirugía y más importante, se aseguró de que yo estaba convencido de lo que iba a hacer, haciéndome leer unos impresos y firmar unos papeles donde dejaba constancia de mis intenciones y que conocía los riesgos y consecuencias de la operación. Una vez formalizados estos pasos, se fijó la fecha para dos días después y se me dieron las indicaciones finales de lo que debía hacer para prepararme.

El día elegido, me presenté en el lugar habiendo comido normalmente y con ropa cómoda. Me hicieron pasar a una sala de espera donde habían unos 15 pacientes más, algunos ya intervenidos, y una enfermera muy amable nos dio las indicaciones para el cuidado post-operatorio: hielo en la zona, reposo durante 4 días, analgésicos, ropa interior ajustada y ausencia de contacto sexual hasta 5 días después de la cirugía.

Por otra parte, nos explicó algo que no sabía: después del periodo de recuperación, hay que tener como mínimo 20 relaciones sexuales en los tres meses siguientes a la cirugía, siempre con preservativo, para luego realizar un conteo de espermatozoides llamado espermograma, donde se certifica que la operación realmente ha sido efectiva. Al preguntarle la razón, nos dijo que en condiciones normales, los espermatozoides viven hasta 80 días y que el hecho de haber cortado los conductos de transporte no implica que no queden restos de los mismos en los canales por donde se expulsan, existiendo el riesgo de embarazo incluso después de la cirugía. Por lo que esas “20 veces” hacen las veces de “limpieza general” y de ahí el periodo de espera de tres meses, con el que se consigue que las células que aún quedan vivas desaparezcan. Se han dado casos de recanalizaciones espontáneas, es decir, cuando los conductos que han sido cortados vuelven a unirse naturalmente, y por eso la importancia del examen posterior al procedimiento.

Una vez terminada la “charla informativa”, me hicieron cambiar de ropa a la indumentaria quirúrgica y una enfermera se encarga de afeitar y preparar la zona, lo cual se hace de manera muy rápida y hasta un poco dolorosa, ya que no emplean ningún tipo de crema ni suavizante, además de la correspondiente dosis de nerviosismo por ver una cuchilla afilada tan cerca de esa zona tan delicada…  Seguidamente, pasé al quirófano por mi propio pie, cosa que no dejó de parecerme atípica, tal vez por toda la televisión que he visto (el escándalo de la camilla, las luces que pasan velozmente sobre la cabeza del enfermo, las puertas que se abren de golpe, etc.)

La intervención es bastante rápida. No llega a durar 6 minutos. Lo primero que hace el médico es administrar anestesia local a través de una aguja en la zona, la cual, dicho sea de paso, incomoda bastante durante unos segundos, por su consistencia aceitosa. Esperan un par de minutos a que haga efecto y ahí comienza el verdadero trabajo. Se hace una pequeña incisión y a través de ella se realiza todo el procedimiento. Todo el personal del quirófano trabaja eficientemente para que uno no se percate de lo que está pasando, charlando o haciendo bromas, y cuando menos se espera, anuncian que ya han terminado. Ni siquiera hay necesidad de puntos de sutura, debido al pequeño tamaño del corte y a que la vascularización de la zona permite una rápida curación de la herida.

La vuelta a la sala de recuperación / espera se hace a bordo de una silla de ruedas, ya que la anestesia puede marear un poco, como fue mi caso. Hay a quienes les va peor y se desmayan, como le pasó a uno de mis ocasionales compañeros de cirugía. Una vez de vuelta, se nos ofreció café o infusión y se nos dio a los presentes una bolsa con hielo para mantenerla en la zona. Ahí se permanece durante una hora y media aproximadamente, mientras pasa el efecto de los medicamentos y para observar que no haya hemorragias o reacciones adversas al procedimiento. Lo ideal es ir acompañado, porque también se nos dijo que no debíamos conducir o caminar en exceso durante la convalescencia.

Algo que me sorprendió fue ver la cantidad de gente que operan en tan corto tiempo. Había dos médicos y en el lapso de tiempo que estuve allí (unas 2 horas y media), vasectomizaron a unas 25 personas! Así sería que cuando entré, había un grupo de gente y cuando salí, no reconocí a ninguno de los presentes…

Como me operé un viernes y el lunes siguiente era festivo, tuve tres días de reposo absoluto para recuperarme. No se sienten excesivas molestias, pero el dolor está presente todo el tiempo, unas veces en un costado y otras en el opuesto, aunque es de baja intensidad por los analgésicos que hay que tomar. Lo que más llama la atención es la sensación de “tirones” que hay en la parte baja del abdomen, resultado de la cirugía, pero van desapareciendo a medida que pasa el tiempo.

Efectos colaterales? Además de una resequedad persistente en la zona por el afeitado, fácilmente solucionable con alguna crema humectante, nada más que valga la pena mencionar. A la semana de la intervención hay que ir a un control rutinario para verificar que todo va bien y que la incisión ha cicatrizado correctamente.

Y heme aquí, contando sobre el tema. Lo único que me hace falta es el resultado del examen, pero para ello faltan todavía unas semanas…

Sobre la muerte

Hoy tenía toda la intención de comenzar a relatar mis aventuras e impresiones sobre el viaje a Bogotá que acabo de concluir, pero acabo de recibir una noticia que me ha afectado profundamente. Una muy buena amiga ha muerto hace un par de días. Como llegué el martes, hasta hoy me enteré. Era la esposa de uno de mis mejores amigos en España, y aunque estaba enferma de cáncer, tenía un pronóstico bueno, dentro de la gravedad de las circunstancias, por lo que me ha sorprendido saber que no ha podido resistir el tratamiento.

Si bien es cierto que la muerte está siempre presente en nuestras vidas, la vemos como algo lejano que solo le pasa a los otros. En el último año y medio he perdido a mi padre, a la madre de mi mejor amigo y ahora a Montse. Estaba recordando las palabras de una persona que conocí hace años, que trabajaba en un sitio bastante particular, y cuando le pregunté si se había habituado a ciertas características de su trabajo, me contestó con un lacónico “hay cosas a las que uno nunca se acostumbra”. La muerte es una de ellas. Nos han enseñado a verla como algo de lo que no hay que hablar, que hay que ocultar o ignorar porque, como decía mi padre “uno se volvería loco si pensara en que va a morir todos los días”. Craso error, porque lo único que se consigue con este enfoque es que las noticias al respecto sean cada vez más crudas y duras, entre otras cosas.

Somos frágiles, pero nuestra vanidad nos hace creer que estamos tocados por la divinidad y que nuestra fortaleza, juventud o riqueza material durarán por siempre. Vana ilusión. Lo peor de todo es que no aprendemos de lo que pasa a nuestro alrededor y vivimos con la idea de “aprovechar”, pero no en el mejor sentido, es decir, siendo compasivos o ayudando a los demás a estar mejor en el fugaz lapso de tiempo en el que pasamos por este planeta, sino más bien viviendo a tope (en el peor sentido) porque “como la vida se va a acabar, mejor aprovechemos”…

Me siento triste por Marcos y su hijo, porque Montse era una mujer excepcional, y a la vez reflexiono sobre nuestro papel en la vida, sobre la futilidad de casi todo lo que hacemos, sobre cómo nos distraemos con tonterías que consideramos importantes, mientras lo mejor de la existencia pasa por nuestro lado sin apenas darnos cuenta.

Amiga mia, donde quiera que estés, espero que hayas descansado y que sigas iluminando con tu sonrisa las vidas de quienes tuvimos el placer de conocerte. Hasta siempre…

De vuelta

Heme aquí, finalmente, en casa otra vez, después de un mes intenso que ha pasado volando. Todavía me estoy recuperando del Jet Lag, ese mal tan desagradable pero a la vez tan envidiado. Ante todo, mis disculpas por no haber actualizado tanto como queria, pero tal y como le comenté a una buena amiga hoy, no faltaron ganas pero si tiempo. Así que a partir de mañana prometo reivindicarme y contar todas las aventuras que me deparó este fantástico viaje a los orígenes. Como decimos en mi tierra: “Ya esperamos lo más, ahora falta lo menos”, así que un poquitín más de paciencia, porque estoy seguro que veréis recompensada la espera…