En este artículo de The New Atlantis, los autores hablan de la inconveniencia, tanto práctica como biológica, del mal llamado arte de la multitarea, tan extendido en esta seudo-sociedad de la información. Frases como que “el hombre no está diseñado para funcionar de esta forma” ponen de manifiesto que damos cada vez más importancia a la cantidad y no a la cantidad de información que nos bombardea a diario, perdiendo en juicio, sabiduría y habilidades cognitivas esenciales. Una lectura recomendada para aquellos que siguen pensando que hacer más es el objetivo a alcanzar.
Providencia
Ya sé, ya sé. Había dicho que el viernes pasado iba a escribir sobre este viaje, pero entre una cosa y otra, no pude. Pero bueno, más vale tarde que nunca, así que aquí está:
Como ya saben algunos de los que me conocen, hace poco estuve en una pequeña isla perteneciente al archipiélago de San Andrés, en el caribe colombiano, llamada Providencia. Dicho archipiélago lo conforman tres islas principales: San Andrés, la citada Providencia y Santa Catalina, esta última se encuentra unida a Providencia mediante un bonito puente flotante.
El acceso a Providencia se puede hacer por vía marítima (unas 6 horas) o en avión (25 minutos), desde el aeropuerto de San Andrés, al que se llega después de 2 horas de vuelo desde Bogotá. Hay dos compañías que operan regularmente en el aeropuerto El Embrujo de la isla: Searca y Satena, con uno o dos vuelos diarios.
Al que madruga Dios le ayuda?
Me encontré un comentario muy gracioso en este blog, en el que se habla de la inconveniencia de madrugar todos los días en una ciudad de un clima tan dificil como es Bogotá. Lo reproduzco para vuestro deleite y entretenimiento:
“Hoy me levanté temprano, me puse los pantalones, me vestí lentamente, hice café, agarre mis palos de golf, me fui silenciosamente al garaje para no despertar a mi mujer, puse los palos en el coche, y procedí a sacarlo del garaje bajo una lluvia torrencial. Estaba toda la calle inundada y el viento gélido soplaba a 100 kilómetros por hora, Volví a entrar el coche al garaje, puse la radio y me enteré de que el mal tiempo iba a durar todo el día… Qué decepción! Entré de nuevo en casa, me desvestí silenciosamente para no despertar a mi mujer y me deslicé dentro de la cama. Despacito me acurruqué contra su espalda, la acaricié y le susurré al oído: ‘El tiempo afuera está horrible mi amor’. Ella me contestó medio dormida: ‘Ya lo sé. ¿Puedes creer que el estúpido de mi marido se fue a jugar al golf?'” Nota: También aplica para los que salen a hacer footing, andar, van al gimnasio, a hacer la compra, a trabajar, etc, etc, etc. Sigue madrugando…”
En blanco y negro
Por estos días me he sentido muy afectado por varias cosas que me han ocurrido en la última semana, como mi introducción a las Constelaciones Familiares, el comenzar un nuevo proyecto, la muerte de alguien muy cercano y sobre todo, el viaje de Sol a un sitio lejano, donde la comunicación es muy dificil. Eso me ha hecho enfrentarme a la realidad de la distancia, de la soledad y de alguna manera, del abandono. Creo que he recorrido todo el espectro de sensaciones que se pueden sentir en estos casos: miedo, tristeza, ira, incertidumbre, ansiedad…, y a pesar de que de alguna manera confío en mi mismo, en lo que soy y he aprendido en todos estos años, me sigue sorprendiendo la reacción de las personas ante estas situaciones.
Es muy dificil que alguien entienda lo que siente otra persona, por la imposibilidad de expresar con palabras lo que estamos experimentando, debido a las limitaciones inherentes al lenguaje que usamos para comunicarnos. Sin embargo, quienes nos rodean, en un intento generoso y compasivo (la mayoría de las veces) de evitarnos el dolor, intentan decirnos aquello que necesitamos oir para ver la situación de otra manera menos dificil o traumática. Y aquí es donde ocurren cosas, como lo dijera, sorprendentes o extrañas. Para algunos, la situación de dolor o abandono está muy clara y hay que seguir adelante a toda costa, sin mirar atrás, como queriendo correr a toda prisa para dejar la causa de la incomodidad lo más lejos posible. En cambio, otros piensan que lo mejor es encarar la situación, dejarse estar y sacar todo lo que sentimos gradualmente, para así quedar en paz y continuar renovados, habiendo aprendido algo.
No voy a opinar sobre lo que es mejor o peor, porque cada caso es diferente, y todos afrontamos este tipo de vivencias de manera completamente diferente. Lo que si sé es que aquellas cosas que no vemos o admitimos se van quedando allí olvidadas, reclamando atención e impidiendo que ocurran otras que podrían ser necesarias para crecer y vivir plenamente.
Lo cierto es que estamos (o al menos yo me siento así) muy desorientados y sobre todo, ignorantes en la manera de gestionar estas experiencias. Es como si cada vez fuera la primera y la sensación de inseguridad sobre cómo proceder vuelve a instalarse, como si nunca nos hubiera pasado algo similar. Si bien es cierto que los años nos dan más elementos para interpretar y transformar la realidad, al final siempre hay algo que nos dejará desconcertados y que requerirá de nuestra mente y corazón para sortearlo y poder continuar por esta ruta tan excitante pero a la vez tan dura que es la vida…
El haiku definitivo
En el blog de Nana, una chica muy particular que está viviendo en Japón, me encuentro con este haiku que en principio aplica a Japón, pero puede quedarle perfectamente bien a cualquier país o persona de nuestro querido hemisferio occidental:
狭いニッポン
そんなに急いでどこへ行く
Semai nippon
sonnani isoide doko he iku
Estrecho Japón,
¿Adónde vas con tanta prisa?
Y llega en un momento interesante, porque estoy leyendo cosas de Thich Nhat Hanh que hablan precisamente de esa frenética actividad que no conduce a ningún sitio…
De viaje
Hoy, una vez más, me voy de viaje. Esta vez una mezcla un poco extraña de trabajo y placer, además de querer ver a Marcos después de lo que ha pasado. Durante un par de días no escribiré, pero esta semana hablaré sobre Providencia. No se lo pueden perder! Hasta la vuelta.
Vivir la vida
Tal vez el título de esta historia no concuerde mucho con el contenido, pero creo que es el que mejor se adapta a lo que quiero compartir con ustedes hoy.
Antes que nada, quiero admitir públicamente que no me gustan las despedidas, ni los cierres ni los finales de ningún tipo. Evocan abandono y soledad, incertidumbre y desasosiego. Me ocurre lo mismo cuando leo un libro y llego al final, cuando una buena película termina, cuando una conversación interesante languidece, cuando alguien muy especial se aleja…
Ahora mismo estoy pasando por una situación dificil y tengo un dolor muy grande en el corazón, que tiene que ver precisamente con mi resistencia a dejar ir, a cerrar y a soltar. Y eso me ha hecho pensar en la ceguera con que vivimos la vida la mayor parte del tiempo. Creemos que todo durará eternamente, que nada cambiará y que lo que conocemos permanecerá incólume a pesar de todo.
El tiempo pasa sin darnos cuenta, y la vida también. Y nos empeñamos en complicarnos y preocuparnos con tonterías y nimiedades que no nos dejan ver lo que es realmente importante. No voy a dar una definición de ello, porque creo que es un concepto muy íntimo y personal, y cada cual sabrá con qué se identifica mejor, pero en términos generales, sólo cuando llega un momento de ruptura o quiebre es que comenzamos a valorar esos instantes que ya pasaron irremisiblemente y los miramos con dolor y nostalgia, por no haberlos vivido intensa y plenamente. Y corremos desesperadamente, tratando de asir a como de lugar eso que se nos escapa por los avatares de la vida, queriendo compensar en un momento todo lo que hemos dejado pasar, como si fueramos capaces de digerir todo ello de un bocado sin consecuencias… Nos comportamos como el niño que suelta la mano de su madre en un acto de rebeldía, pero que cuando alza la mirada, no la ve y le invade un terror irracional.
Me repito una y otra vez: “Cuando aprenderé?”, pero la inercia de la vida es muy fuerte y caigo nuevamente. Me dejo llevar por esa falsa corriente de la vida, que nos incita a pensar que estamos en un “valle de lágrimas” y que el sufrimiento es el motor de nuestra existencia, el acicate para que seamos mejores personas, hijos, padres, madres, parejas… Cuantas mentiras! Por concentrarnos en lo malo, no vemos casi nunca lo bueno, que es mucho…
Pero la vida, amorosa unas veces y estricta otras, insiste en mostrarme continuamente que lo verdaderamente importante es casi siempre aquello que tenemos cerca y que, paradójicamente, es lo que más ignoramos.
Termino con varias preguntas: Qué hay que hacer para apreciar estas cosas de manera habitual? Cual es la clave para ver esos detalles en medio de todo el ruido circundante? Cómo le damos a la vida la importancia que merece?
Vértigo
Va a sonar muy raro lo que voy a decir, pero ayer se me vino a la cabeza un episodio de los Simpsons (llamado Dead Putting Society, de la segunda temporada) donde Bart compite con Todd, uno de los hijos de Ned Flanders, en un torneo de minigolf. La imagen que acudió a mi cabeza fue esa en la que Lisa, en un intento de entrenar la mente de su hermano para la competición, comienza a recitarle algunos koan, o acertijos zen. Al principio Bart se lo toma a broma, pero en un momento dado, uno de ellos le permite ver más allá. Todavía sonrío cuando recuerdo la cara que puso en el momento en que se abrió su mente.
Algo como eso me pasó en los últimos dos días, y no precisamente usando koan(s ?). El miércoles y el jueves de esta semana estuve en un curso de Constelaciones Familiares, una técnica creada por Bert Hellinger, que yo definiría, a riesgo de irritar a los puristas, como un “sicoanálisis rápido”, donde se analizan los sistemas familiares para encontrar la causa de los problemas que nos aquejan.
La experiencia fue reveladora. Algo así como abrir el telón que me impedía ver muchas cosas con claridad. Y en ese momento vino el miedo, el vértigo de ver la vida tal cual es, y no como mis ojos y mi mente se empeñaban en percibirla. Esto asusta y mucho. Recordé cuando murió mi padre y comencé a descubrir cosas de mi familia que habían permanecido ocultas y bajo un pacto de silencio tácito por parte de mis hermanas durante muchos años. Temas que en casa eran tabú, por las implicaciones que tenían. Intentos desesperados de cambiar el destino sin que nos enteráramos de la causa, guardando siempre las apariencias y la compostura…
A veces nos imaginamos que la vida que tenemos es de otra manera. Normalmente con muchos toques de fantasía y teatro, porque en el fondo sabemos que hay una verdad oculta y oscura que no queremos ver. Esto no significa que no hay personas con vidas plenas y felices, pero la mayoría se empeñan en no aceptar lo que son tal cual, y por tanto, no obran en consecuencia, prolongando la agonía y el dolor que esto causa.
En lo que me toca, creo que hoy soy un poco más sabio y sé algo más de mi mismo, y siento que ahora puedo encarar muchas situaciones que me resultaban muy dolorosas con entereza y sobre todo, con mucha dignidad. Sin embargo, el ver muchas situaciones cotidianas bajo otra óptica me produce una mezcla de sentimientos complicada de asimilar, que comparo un poco con esas escenas del cine donde el médico sale del quirófano y con gesto cansado se acerca a los familiares del paciente a decirles lo que ocurre. Luego vienen las reacciones, del tipo que sean. Ahora mismo estoy asimilando mi propia realidad tal como es y no como siempre la había imaginado… Les anticipo que no es fácil y resulta muy complejo, pero a la vez siento que me he quitado una pesada carga de encima.
El ejercicio es liberador, por definirlo de alguna manera, pero hace falta valor y mucha, mucha humildad para asumir nuestro propio destino y vivir la vida en consecuencia, reconociendo nuestros errores y mirando hacia adelante con dignidad y la cabeza alta, dándonos cuenta de quienes somos y cuanto valemos. Es transformar y ordenar el pasado para poder tener un nuevo comienzo…